jueves, 11 de marzo de 2010

III CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE NIETZSCHE




III Convegno internazionale su Nietzsche
Letture del Crepuscolo degli Idoli

Pisa, 28-30 aprile 2010





GROUPE INTERNATIONAL DE RECHERCHES SUR NIETZSCHE /
GRUPPO INTERNAZIONALE DI RICERCHE SU NIETZSCHE
INTERNATIONALE NIETZSCHE-FORSCHUNGSGRUPPE
GRUPO INTERNACIONAL DE INVESTIGAÇÕES SOBRE NIETZSCHE
INTERNATIONAL NIETZSCHE RESEARCH GROUP
GRUPO INTERNACIONAL DE INVESTIGACIONES SOBRE NIETZSCHE
Centro Interuniversitario Colli-Montinari
Università di Pisa – Facoltà di Lettere e Filosofia
Università di Pisa – Dipartimento di Filosofia
http://www.centronietzsche.net/uploads/gori/PieghevoleGIRN2010-1.pdf 

miércoles, 3 de marzo de 2010

LAS MANOS DE NIETZSCHE



Lo más aburrido de las biografías de Nietzsche es, o bien la insistencia en esa navidad de 1889 en que el filósofo se arrodilla ante el caballo de Turín para abrazarle sus patas, ante el castigo del cochero, o bien la miopía de quienes quieren vincularlo a la única dimensión de la conveniencia y el lucro ya sea por vía del fascismo extremo o del liberalismo glotón.
Seguramente Nietzsche no pensó ni una cosa ni la otra, nunca le pasó por la cabeza comenzar la ruta de la locura mostrando compasión por un animal fustigado, así como tampoco nunca consideró ser apoyo para quienes lo quieren todo para sí, ya sea de una forma estridente o atenuada.
Nietzsche soñó antes y más en ser un compositor de música, en ser un pianista que en ejercer la escritura y con ella una especie de prosa filosófica.
Tal vez seríamos capaces de entenderlo si pudiésemos captar que las más finas terminales nerviosas de su ser estaban en sus manos, y que éstas se adaptaban con muchísima más comodidad al piano que a la pluma y, además que el piano, desde el claroscuro de su teclado, es capaz de encerrar todos los matices de una vida y de una cultura destinada al ocaso, como si se tratara del claroscuro del que se sirven el tablero y las piezas del ajedrez, que libran una batalla milenaria y ancestral.
Con este claroscuro quisieron vérselas las finas y nerviosas manos de Nietzsche y, él mejor que nadie entendía, que esto podía hacerse con más eficiencia y soltura sobre el teclado del piano que sobre el papel y con la pluma, de modo que sus manos se sentían mejor allí, porque cuando no se está a gusto del todo con lo que se es o con lo que se logra, el piano resulta un instrumento de transfiguración íntima más eficiente que los de la escritura, en tanto los ideales que se expresan a través del piano pasan como el aire por el diapasón, como el lenguaje hablado por el oído, y no como los conceptos, los juicios y los silogismos por la razón; de modo que el piano es un artificio más noble como evaluador de las ideas.